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Departamento GRAL. LOPEZ

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miércoles, 23 de octubre de 2013

ALDO PEDRO POY: LA PALOMITA A ÑULS


















Aldo Pedro Poy (Rosario, Santa Fe, Argentina; 14 de septiembre de 1945) es  ex jugador de fútbol y político argentino. Durante toda su carrera fue jugador del primer equipo de Rosario Central. Debutó el 3 de octubre de 1965 ante el Club Atlético Huracán, y jugó su último partido como profesional el 30 de diciembre de 1974, enfrentando a Newell's Old Boys. 

Es uno de los jugadores más emblemáticos de la historia del Club Atlético Rosario Central, además integró la Selección Argentina en la Copa Mundial de Fútbol de 1974.

Es padre del también futbolista Mauro Poy. 

Actualmente es concejal de la ciudad de Rosario representando al Partido Demócrata Progresista.

Aldo Poy es reconocido como uno de los jugadores más emblemáticos de la historia del Club Atlético Rosario Central. Llegó a las inferiores del club en 1962 y en 1965 empezó a jugar en primera alternando actuaciones con la reserva (con quien fue campeón).

En sus inicios, Poy era un jugador muy cuestionado por buena parte de los hinchas auriazules, y estuvo a punto de dejar el club en 1969, cuando el Club Atlético Los Andes (equipo que se encontraba en Primera División en aquel año y era dirigido por Ángel Tulio Zof) quiso contratarlo. Una anécdota cuenta que para no ser transferido, se escondió en las islas del Río Paraná, frente a la ciudad de Rosario. Estuvo una semana aislado en las islas hasta que volvió a la ciudad donde terminó de rechazar las ofertas del milrayitas.

Se consagró campeón de Primera División en el Campeonato Nacional de 1971 marcando el famoso gol "de palomita" contra Newell's en las semifinales del torneo. En 1973 repitió título en el Nacional del 1973.

Su retiro no fue algo planeado con anticipación: en diciembre de 1974 Central jugó un partido contra Newell's por la liguilla Pre-Libertadores y Aldo chocó con Mario Zanabria lo que le ocasionó una lesión en su rodilla izquierda. Fue operado y trató de volver a jugar, pero tuvo que ser operado por segunda vez y decidió terminar su carrera profesional.

En el club de Arroyito disputó 292 partidos por torneos de AFA y marcó 61 goles. Por Copa Libertadores jugó 16 cotejos y señaló 3 tantos, además hizo 3 goles por la Copa Argentina.

Jugó 25 clásicos contra Newell's, ganando 10, empatando 11 y perdiendo 4.

Al club que más goles le hizo fue a Newell's (6) y luego le sigue Boca con 5.

De todos los goles que marcó solamente uno fue de penal. 

En total jugó 2 encuentros para la selección argentina: el 23 de septiembre de 1973 formó parte de la selección fantasma que enfrentó a Bolivia en La Paz por eliminatorias (victoria por 1 a 0 con gol de Oscar Fornari) y el 26 de mayo de 1974 jugó un amistoso ante Holanda en Ámsterdam que terminó en derrota por 4 a 1. Ese mismo año fue convocado para jugar el mundial de Alemania, sin embargo no disputó ningún partido del mismo.


LA PALOMITA DE POY

Se conoce popularmente como "palomita de Poy" a un recordado gol señalado por Aldo Pedro Poy jugando para Rosario Central frente a Newell's Old Boys, en un clásico válido por las semifinales del Campeonato Nacional de 1971, en la Primera División de Argentina.

El 19 de diciembre de 1971, Poy jugó la recordada semifinal del Torneo Nacional de AFA en el Estadio Monumental en donde su equipo -Rosario Central- disputaba el trascendental encuentro ante su clásico rival: Newell's Old Boys. Ambos equipos se enfrentaban por primera vez en una instancia decisiva en la era profesional de AFA (ambos ingresaron en 1939).

Promediaba el segundo tiempo del encuentro, cuando el lateral derecho uruguayo centralista, Jorge José González, envió un potente centro desde la derecha. Poy se zambulló "en palomita", ganándole al defensor rojinegro De Rienzo, e impactó el balón con la frente de su cabeza, para vencer a Fenoy y marcar el 1 a 0 final.

Así, Rosario Central se clasificó para jugar la final del torneo argentino, donde posteriormente se consagraría campeón por primera vez en su historia.

Este gol de Poy quedó grabado en la historia del Clásico Rosarino, al punto que todos los 19 de diciembre de cada año los hinchas canallas se juntan a conmemorar y recordar aquella conquista. Aquel día puntual, se recrean esas acciones (donde el propio Aldo Poy reproduce la jugada para volver a marcar) y todos los presentes gritan una vez más ese histórico gol. Lo curioso, fue que un grupo de simpatizantes de Rosario Central hizo una presentación de este gol al libro Guinness de los Récords en 1995, para ser calificado como el gol más celebrado de la historia del fútbol ya que tradicionalmente, los hinchas del equipo y el propio Aldo Pedro Poy, se reúnen todos los 19 de diciembre de cada año para rememorar la jugada y gritar de nuevo el gol. 

Según aquellos que la presentaron, la solicitud cumpliría con todos los requisitos planteados por el Departamento de Admisión del Guinness, a saber:

Se trata de un hecho singular.
No existen antecedentes en ningún lugar del orbe de un caso similar.
Ha superado la barrera de las dos décadas y no ha perdido su esencia.
Reúne: pasión, amistad, desinterés y alegría.
Está instalada en la memoria popular. 

Sin embargo, vale aclarar que al día de hoy, el gol aún no fue inscripto en el citado Libro de Guinness.


Tanta trascendencia tomó este gol que ha cambiado la sede del festejo oficial múltiples veces, trasladándose a diferentes regiones de la Argentina e incluso, traspasando las fronteras nacionales. En 1997, la palomita viajó a Cuba, en donde en la reinterpretación del mítico gol, donde el protagonista fue Ernesto Guevara, hijo menor del Che, hincha célebre de Rosario Central  El festejo también ha sido llevado a otros países, como Estados Unidos (en 2000), Chile (en 2002), España (en 2004), y Uruguay (en 2008).
Este año la recordada palomita será festejada en Miami (EEUU).

miércoles, 9 de octubre de 2013

La última carta de Favaloro antes de morir

El 29 de julio del año 2000, después de una larga carrera profesional que lo había encumbrado en lo más alto de la consideración mundial, el cardiocirujano platense René Favoloro se quitaba la vida disparándose de un tiro en el pecho, sumiendo a la sociedad argentina en un profundo desconsuelo.

El reconocido cardiólogo y educador, responsable de la primera operación de bypass en el mundo, le había escrito minutos antes una desesperada carta al entonces presidente Fernando de la Rúa en la que reconocía estar "cansado de tanto luchar y luchar" y pedía un salvataje económico para la fundación que llevaba su nombre, en medio de críticas al sistema de salud argentino.

Favaloro se había contactado previamente con autoridades del gobierno de la Alianza con el objetivo de que el Estado cancelara las deudas que mantenía con dicha institución, que se encontraba al borde de la quiebra con millonarias deudas. La eminencia médica estaba angustiada porque la falta de fondos significaba más despidos, y tal vez, el cierre de la clínica, dedicada desde su inauguración en 1975 no solo al cuidado de pacientes, sino también a la docencia e investigación.

"Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias (entonces presidente del BID), solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta", decía un agobiado Favaloro en su última carta.

"¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente? Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar", escribió, antes de anunciar que se quitaría la vida, algo que decía era un decisión "meditada", y pedir a la sociedad que "no afloje".


A continuación, el texto completo:

(Del Dr. René Favaloro/ julio 29-2000 - 14,30 horas)

Si se lee mi carta de renuncia a la Cleveland Clinic, está claro que mi regreso a la Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular) se debió a mi eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis raíces.. Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica. La primera etapa en el Sanatorio Güemes, demostró que inmediatamente organizamos la residencia en cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de post grado a todos los niveles. Le dimos importancia también a la investigación clínica en donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo. En lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las más importantes de aquel entonces.

La relación con el sanatorio fue muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros; la internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada).

Nosotros con los honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se distribuían entre los médicos proporcionalmente.

Nunca permití que se tocara un solo peso de los que no nos correspondía.

A pesar de que los directores aseguraban que no había retornos, yo conocía que sí los había. De vez en cuando, a pedido de su director, saludaba a los sindicalistas de turno, que agradecían nuestro trabajo.

Este era nuestro único contacto.

A mediados de la década del 70, comenzamos a organizar la Fundación. Primero con la ayuda de la Sedra, creamos el departamento de investigación básica que tanta satisfacción nos ha dado y luego la construcción del Instituto de Cardiología y cirugía cardiovascular.

Cuando entró en funciones, redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado. La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto.

¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!

Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.

Lo mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.

Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).

Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.

El que quiera negar que todo esto es cierto que acepte que rija en la Argentina, el principio fundamental de la libre elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno.

Lo mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga) el médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana , sabe, espera, recibir una jugosa participación del cirujano.

Hace muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más! ¿De dónde proviene este infundio?. Muy simple: el pacientes es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. 'Pero cómo, usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?'. 'Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe'.

El cirujano 'de real valor' además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50% de los honorarios!

Varios de esos pacientes han venido a mi consulta no obstante las 'indicaciones' de su cardiólogo. '¿Doctor, usted sigue operando?' y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre.

Muchos de estos cardiólogos, son de prestigio nacional e internacional.

Concurren a los Congresos del American College o de la American Heart y entonces sí, allí me brindan toda clase de felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer alguna 'lecture' de significación. Así ocurrió cuando la de Paul D. White lecture en Dallas, decenas de cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con lágrimas en los ojos.

Pero aquí, vuelven a insertarse en el 'sistema' y el dinero es lo que más les interesa.

La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter eco, camara y etc, etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos.

No es la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle 'la operación económica' y entregará el sobre correspondiente!.

La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir 'no hay camas disponibles'.

Nuestro juramento médico lo impide.

Estos pacientes demandan un alto costo raramente reconocido por las obras sociales. A ello se agregan deudas por todos lados, las que corresponden a la construcción y equipamiento del ICYCC, los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos con atrasos de varios meses.. Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más todo se complica.

En Estados Unidos, las grandes instituciones médicas, pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la investigación por las donaciones que reciben.

Las cinco facultades médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una! Aquí, ni soñando. Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno de sus logros!. Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.

¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente?

Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar.

La mayoría del tiempo me siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic , le decía al Dr. Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le recordaba que Don Quijote era español!

Sin duda la lucha ha sido muy desigual.

El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse.
Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al ´sistema'.

Sí al retorno, sí al ana-ana.


'Pondremos gente a organizar todo'. Hay 'especialistas' que saben como hacerlo. 'Debes dar un paso al costado. Aclararemos que vos no sabes nada, que no estás enterado'. 'Debes comprenderlo si querés salvar a la Fundación'.

¡Quién va a creer que yo no estoy enterado!

En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer.

Joaquín V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: 'a mí no me ha derrotado nadie'.

Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en cirugía cardiovascular.

El año pasado debí participar en varios países desde Suecia a la India escuchando siempre lo mismo.
'¡La leyenda, la leyenda!'

Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga.

Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.

Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.

No puedo cambiar.

No ha sido una decisión fácil pero sí meditada.

No se hable de debilidad o valentía.

El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano.

Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad.

Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural.

Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así.

En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta.

En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara.

A mi familia en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a los 77 años.

No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.

Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa.

Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles.

Un abrazo a todos

René Favaloro

martes, 1 de octubre de 2013

El derecho a pensar diferente

En más de una oportunidad sea considerado que aquellas cosas de las que más se habla en una sociedad, y sobre todo si se consideran un objetivo logrado, brillan por su ausencia. Es tal la despreocupación general por lo que se considera conseguido que casi sin darnos cuenta podemos incorporar comportamientos que contradicen frontalmente los principios que sobre los que “en teoría” no tenemos la menor duda.

Es corriente escuchar que se habla y se escribe sobre el derecho a ser diferente, también se hace alusión a personas con capacidades diferentes, y hasta casi nadie se atreve a pronunciarse sobre si algo es mejor o peor, porque son simplemente cosas diferentes, incomparables por tanto.

Pero suele fallar la coherencia cuando se trata de que alguien “piense” diferente, y lo diga –o lo escriba. Entonces es muy difícil admitir una voz que desentona en el coro de lo que se considera políticamente correcto. E inmediatamente surgen reacciones virulentas, pero no refutando razonablemente esas ideas diferentes algo cabalmente legítimo. Y que cuando se hace con argumentos que se mantienen en el orden de las ideas es difícil que se descienda a niveles poco civilizados. El problema es que por lo general la reacción es en contra de la persona que sostiene esas ideas, como si no tuviera derecho a pensar diferente. 

Lo cierto es que hay que reconocer que cuando se dicen algunas cosas que honestamente se piensa que son verdades, aunque se trate de opiniones personales, hay que superar el temor a que personas que se estiman mucho no se sientan heridas, no resulten, a pesar de la rectitud de los juicios y la carencia de una intención menos recta, ofendidas. Por lo que a veces parecería que, aunque sea un poco triste y no se trate de una ley inexorable, no haya más remedio que reconocer que “quien dice las verdades pierde las amistades”. ¿Qué hacer entonces? Porque ya lo dijo el viejo Aristóteles: la amistad es una de las necesidades fundamentales para poder vivir una vida plenamente humana.

De todos modos del mismo personaje –al menos a él se le atribuye- nos viene el consejo: “soy amigo de Platón, pero más amigo soy de la verdad”. Y entiendo que este amor a la verdad nos ha de llevar a hablar, a escribir, ejerciendo una libertad que  en principio está garantizada: la libertad de expresión. Aunque no se trata sólo de no estar amordazados sino de poder decir lo que pensamos sin riesgo para una concordia imprescindible para lograr una convivencia saludable.

Y si alguien no estuviera de acuerdo con esas opiniones que discrepe en un clima de altura, propio de las ideas y las convicciones, sin el enrarecimiento propio de los golpes bajos, de los insultos, por disimulados que parezcan, ni del amparo que se podría esgrimir en heridas que se hayan recibido más por una susceptibilidad extrema que por lo que pueda debatirse en un ámbito de diálogo sereno, que no implica falta indiferencia.

Algunas veces hace falta ser un poco héroe para decir lo que se piensa. Y si fuera necesario, no habrá más remedio. Pero ¿por qué someter casi a la “violencia” del heroísmo cuando se supone que vivimos en una sociedad democrática y tolerante?