jueves, 27 de enero de 2011

¿Es verdad que los políticos ven y los estadistas prevén?


¿Es verdad que los políticos piensan en la próxima elección y los estadistas en la próxima generación?

Benjamín Disraeli expresó: “El mundo está harto de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndolos en políticos”.

Es bueno analizar estos comentarios, ya que ingresamos a un año en el que será oportuno demostrar que la política es el arte de gobernar a los pueblos, apostolado rector que debe imperar por sobre las ambiciones de los hombres que suelen hacer de la política un objetivo personal y no un objetivo nacional.

Hay hechos en la historia que deberían tomarse de ejemplo. Un grupo político ofreció apoyar las pretensiones de Abraham Lincoln en determinado asunto -el traslado del Parlamento de Vandalia a Springfield-, si a su vez Lincoln apoyaba a ese grupo en otro asunto que a dicho grupo interesaba. Lincoln les respondió así: “Nadie me inducirá a votar una cosa que considero falsa, para poder conseguir con ese voto algo que considero justo”. Lección ejemplar que no en vano quiero destacar.

El pueblo argentino sabe -saberlo le costó mucho en desilusión y sufrimiento- que los débiles se apasionan por los hombres; los fuertes se apasionan por las ideas.

Lo más significativo para quien esto escribe, en ese arquetipo del héroe español que es Don Quijote, es que ante todo, sabe renunciar a sí mismo. Es decir, sabe dejar de ser para comenzar a ser de nuevo. Vive asomándose al ideal de la justicia que él añora. Se resiste a aceptar la soberanía de un mundo rígido e incoloro, inflexible, para establecer con su lanza y su adarga, el imperio de la soberanía del ideal, ya que con su acatamiento, el pueblo no cede jirones de su propia soberanía.

Héroe lúcido y vibrante, Don Quijote, en su lucha contra la sociedad, en la que no encuentra lo que busca, no se preocupa que su esfuerzo se vea o no coronado por el éxito. Sabe que a veces es más dulce luchar por ese fruto sin alcanzarlo, que poder comerlo recibiendo en la boca en vez de la miel de la esperanza, la acidez del desengaño.

A más de cuatro siglos del nacimiento de Cervantes hagamos cabalgar en nuestra alma el símbolo de Don Quijote. El ingenioso Hidalgo vio más hondo y más claro en su cordura, que los locos prácticos devoradores de sus migajas.

Por eso he creído oportuno y de gran beneficio colectivo transcribir los consejos que Don Quijote dio a Sancho Panza antes de que fuese designado gobernador de la Insula Barataria. Nuestros políticos deberían leerlos como una cartilla de principios insoslayables. Y comprobaremos que de lo mucho que Cervantes escribió en 1605, una porción no pequeña de lozanía, encontramos en su mensaje.

Dice Don Quijote a Sancho: “Primeramente ¡oh hijo!, haz de temer a Dios; porque en temerle está la sabiduría; y siendo sabio no podrás errar en nada”.

“Lo segundo, haz de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey”.

“Haz gala de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres ninguno se pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio”.

“Si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay por qué tener envidia a los príncipes y señores; porque la sangre se hereda y la virtud se conquista. Y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale”.

“Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico”.

“Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo”.

“Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.

“Cuando te sucediere juzgar un pleito de algún enemigo, aparta las mientes de tu injuria, y ponlas en la verdad del caso”.

“No te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres, la más de las veces serán sin remedio; y si los tuvieran será a costa de tu crédito y aún de tu hacienda”.

“Esto que hasta aquí te he dicho, son documentos que han de adornar tu alma. Palabras para recordar, mensajes para cumplir; postulados para abrazar, consignas para vivir”.

Con el concepto claro de lo que somos y de lo que debemos ser, abramos los brazos de la gran tarea argentina que sólo puede lograrse si todos actuamos hermanados, ya sea en la coincidencia o en la divergencia, pero todos juntos en la gran rebelión contra la incertidumbre y la injusticia, todos juntos en la divina tarea de construir un país sereno y dueño de su destino, fuerte y grande.

Decía J. Maragall: “Descartemos la solución providencial, la de un hombre que surge y lo arregla todo: esta solución cabe esperarla siempre, a condición de no contar nunca con ella”.

Y entonces sí, al bregar por una Argentina sin máculas, sin extravíos, movilizada en la conciencia de sus hijos, de frente a la responsabilidad de un destino, estará muy cerca de ser alcanzado para loor y gloria de nuestra nación.

Es decir, arriar definitivamente el odio, el deshonor y la calumnia; ver en el otro la continuidad de uno mismo; saber que el sueño mayor debe estar en el “ser más”, no en el “tener más”; sentir y exhibir el amor como emblema de paz entre los hombres y vivir en el convencimiento que no somos eternos, sino leves transeúntes de una vida que hay que honrarla con la humildad, que es lo único que construye entre los hombres.

Finalmente, aspiro ver en los políticos argentinos con fervor y claridad en su alma y orgullo y jerarquía, practicar “el culto de la más fermosa” en quienes aún embisten molinos, buscando la ruta del Toboso en su vida y en su alma, en los que siguen viendo aún, en las tinieblas, “brillar el sol sobre las barbas”, recorriendo como Don Quijote el alma por las paramedas encendidas de sol, abordando con coraje, idealismo y dignidad la maravillosa aventura de honrar la vida.

"Por la libertad es lo único que el hombre puede entregar su vida".
Miguel de Cervantes Saavedra

Por Jack Benoliel





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