lunes, 5 de septiembre de 2011

Tomado del homenaje al III Congreso de la Lengua Española


Señores: Un servidor

Pedro Pérez Paticola,

cual la Academia Española

“Limpia, Fija y da Esplendor”.

Y no por ganas de hablar,

pues les voy a demostrar

que es preciso meter mano

al idioma castellano,

donde hay mucho que arreglar.

¿Me quieren decir por qué,

en tamaño y en esencia,

hay esa gran diferencia

entre un buque y un buqué?

¿Por el acento? Pues yo,

por esa insignificancia,

no concibo la distancia

de presidio y presidió,

ni de tomas a Tomás

ni de topo al que topó.

Por eso no encuentro mal

si alguno me dice cuala,

como decimos Pascuala,

femenino de Pascual. Más dejemos el acento,

que convierte, como ves,

las ingles en un inglés,

y pasemos a otro cuento.

¿A ustedes no les asombra

que diciendo rico y rica,

majo y maja, chico y chica,

no digamos hombre y hombra?

¿Por qué llamamos tortero

al que elabora una torta

y al sastre, que trajes corta,

no lo llamamos trajero?

¿Por qué las Josefas son

por Pepitas conocidas,

como si fuesen salidas

de las tripas de un melón?

¿A vuestro oído no admira,

lo mismo que yo lo admiro,

que quien descerraja un tiro,

dispara, pero no tira?

Este verbo y otros mil

en nuestro idioma son barro;

tira, el que tira de un carro,

no el que dispara un fusil.

De largo sacan largueza

en lugar de larguedad,

y de corto, cortedad

en vez de sacar corteza

De igual manera me quejo

de ver que un libro es un tomo;

será tomo, si lo tomo,

y si no lo tomo, un dejo.

Si se le llama mirón

al que está mirando mucho,

cuando mucho ladre un chucho

se le llamará ladrón.

Porque la sílaba “on”

indica aumento, y extraño

que a un ramo de gran tamaño

no se lo llame Ramón.

Y por la misma razón,

si los que estáis escuchando

un gran rato estáis pasando,

estáis pasando un ratón.

Y sobra para quedar

convencido el más profano,

que el idioma castellano

tiene mucho que arreglar…

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