Realmente el motor de cada persona para hacer las cosas bien y para alcanzar el éxito, es poner un combustible llamado “pasión”.
Todos nosotros, necesitamos apasionarnos por algo, tener un sueño, perseguir la consecución de algo que nos motive y nos ilusione. Todos podemos encontrar y trabajar para alcanzar ese “sueño”.
En el mundo de la política, por tener la exposición pública que tiene, se percibe perfectamente el grado de pasión que un político pone en el ejercicio de su cargo.
Cuando una persona cree en lo que hace, se entrega en cuerpo y alma a ello, los demás lo percibimos.
La política es una “noble causa”, quizás una de las profesiones que requiere más vocación y más pasión para llevarla a cabo.
Un político que actúa “técnicamente” no es un buen político. Es posiblemente un buen gestor o incluso puede ser un gran estratega.
Los ciudadanos necesitamos “sentir” la entrega más sincera y potente de un político en su ejercicio diario. Esto se percibe. La pasión se siente y la siente el que dispone de ella y la sienten los “observadores”, en este caso, los ciudadanos.
Necesitamos políticos vocacionales, entregados, que se ilusionen cada día, que persigan sus sueños de cambiar realmente lo que no funciona de nuestra sociedad.
Esto es posible y necesitamos que los políticos que sienten realmente esta pasión, vocación y entrega al ejercicio de diseñar y gestionar lo mejor para todos los ciudadanos, lo hagan sin miedo, sin limitaciones interiores ni exteriores. Es imprescindible creer en lo que uno siente, y no parar hasta conseguirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario