Me gustaría saber por qué a casi toda la derecha se la acusa de ser extrema y por qué a ninguna izquierda se la acusa de ello.
Me gustaría saber por qué motivo concreto llevar camisas de cuello Mao resulta tan aceptado, y vestir cualquier pieza de ropa que tuviera que ver con los uniformes nazis sería una provocación con pena de cárcel.
Quisiera yo saber por qué se pueden llevar tan guapamente las famosas camisetas con la foto mítica del Che y, en cambio, ponerse alguna prenda con fotografía del doctor Goebbels sería visto como la apología de lo peor.
No entiendo por qué la librería Europa de Barcelona ha sido clausurada por vender el Mein Kampf y, en cambio, el Manifiesto Comunista, la poesía de Gorki o de Maiakovski, pueden venderse con total impunidad y en cualquier quiosco.
No entiendo por qué motivo el Cara al Sol (canción de los seguidores de Franco) está demonizado y pueden, en cambio, socialistas y comunistas cantar sin temor ni rubor y el puño en alto La Internacional. ¿Al son de qué himno se cometieron mayores matanzas? ¿Cuál de los dos inspiró a los ejércitos más sanguinarios?
Me pregunto por qué los defensores de la memoria histórica se detienen en el franquismo y no llegan nunca a la Guerra Civil y mucho menos a la República; me pregunto por qué al nazismo y a Adolf Hitler se les considera de derechas cuando él mismo se proclamaba socialista, tanto por su concepción igualitaria de la sociedad como por su metódica y sistemática manera de exterminar a los discrepantes y a los diferentes. ¿En qué se diferenció de Mao? ¿En qué se diferenció de Stalin? En que duró menos y en que causó menos muertos. Por lo demás, fue igual de socialista y de criminal que ellos.
Me encantaría saber por qué a la derecha se le atribuye lo peor de la Historia sabiendo que tales atribuciones suelen ser falsas; daría lo que fuera por saber por qué se continúa negando que el nazismo y el fascismo eran de raíz socialista, y por qué los horrores del comunismo se niegan, y cuando ya es imposible se disimulan, y se tolera la siniestra apología de decir que, en el fondo, fue una buena idea aunque mal aplicada.
Querría saber por qué al liberalismo lo apellidan siempre salvaje, con la cantidad de riqueza y de bienestar que ha creado, y por qué la socialdemocracia conserva todavía tanto prestigio y no la apellidamos, como mínimo, temible, con el daño que ha hecho y la bancarrota que nos ha dejado.
Querría saber por qué la culpa de la crisis es de los bancos que dieron créditos a quienes luego no han podido pagarlos y no de los que solicitaron créditos sabiendo que difícilmente podrían devolverlos.
Quisiera yo saber por qué el Partido Popular tiene que disimular que es de derechas, cuando España conoció con la derecha su mayor prosperidad política y social y, en cambio, el PSOE puede seguir presumiendo de ser un partido de izquierdas cuando todo lo ha hundido con sus recetas equivocadas y ha tenido que venir la derecha alemana a dictarnos el camino hacia la recuperación.
Me pregunto por qué la izquierda nunca es extrema en un país en el que a los que no nos queremos doblegar a sus delirios se nos dispara y tenemos que pedir perdón por simplemente respirar.
EL MUNDO. ESPAÑA, JUEVES 28 DE ABRIL DE 2011
Salvador Sostres
Salvador Sostres i Tarrida (Barcelona, España, 1975) escritor y tertuliano español en lengua catalana y castellana. Estuvo un curso escolar matriculado en la Facultad de Periodismo de la UAB y abandonó a continuación sus estudios universitarios, dedicándose plenamente a escribir artículos de opinión y novelas de ficción, algunas de ellas en lengua castellana.
Escribió una columna diaria en el periódico Avui llamada «Lliri entre cards» ("Lirio entre cardos") hasta noviembre de 2009 y dirige un blog literario. Fue también colaborador de Crónicas Marcianas, un late night de Telecinco presentado por Xavier Sardà, y presentó el guiñol Les Nines ("Los muñecos") en Canal Català. Colaboró anteriormente con Joan Barril en COM Ràdio, y con Alfonso Arús en el programa AruCitys. Actualmente escribe semanalmente artículos de opinión en el diario El Mundo.
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