Había un hombre que trabajó como un burro toda su vida para acumular fortuna, lo único que le importaba era el dinero.
Un día le dijo a su esposa: “El día que me muera, quiero que me entierres con todo mi dinero. ¿Me lo prometes?”.
La mujer, con profundo pesar, no tuvo otra alternativa que decirle que sí.
El hombre murió y después de la ceremonia, antes de bajar el ataúd a la fosa, la esposa dijo: “Un momento, falta algo”
Tomó una cajita que traía en la mano, abrió el ataúd, y la puso dentro.
Su mejor amiga, le dijo: “No creo que hayas sido tan bruta, de haber cumplido la promesa”
La leal esposa contestó: “Yo soy cristiana, y no podía romper la promesa a su última voluntad”.
¿Le pusiste todo el dinero ahí?
“Claro que sí… tomé todo el dinero, lo conté, lo deposité en mi cuenta, y le giré un cheque por la cantidad exacta, si lo puede cambiar desde donde está, pues ¡¡¡que se lo gaste!!!
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