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Departamento GRAL. LOPEZ

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domingo, 5 de enero de 2014

CARMEN: 120 años - Thomas Armstrong: Uno de los británicos de Rosas

Es bien sabido que Juan Manuel de Rosas se rodeaba de súbditos británicos—irlandeses, escoceses, ingleses y hasta galeses integraban su séquito, como banqueros, gestores, médicos, ingenieros, navieros, etc. Depuesto, el otrora poderoso gobernador bonaerense, pasó el resto de sus días en Inglaterra.

Entre todos estos “ingleses” rosistas, se destacó Thomas Saint-George Armstrong. Este irlandés anglicano llegó a Buenos Aires en 1817, a los 20 años. Decía ser de los Armstrong del condado de King (Offaly) en la Isla Esmeralda, a su vez, descendientes de los Armstrong de Fermanagh que antes tuvieran el castillo de Mangerton, en Escocia. Según él, su padre había sido Coronel del Ejército Británico y “sheriff” de Garrycastle.

Orgulloso de ser miembro de este clan irlandés que tantos oficiales había dado al servicio de la Corona británica, este Armstrong se dedicó, sin embargo, al comercio—varios parientes suyos se habían instalado en el Río de la Plata, fundando la sociedad Armstrong & Co., pero Thomas estaría destinado a descollar entre todos ellos.

Al mismo tiempo que comerciaba con los productos ingleses que, desde la Revolución de Mayo, tenían la entrada asegurada en la región, Armstrong comenzó con pequeños préstamos y alcanzaría a ser uno de los principales banqueros de Buenos Aires. Su habilidad para los negocios fue rápidamente notada y en 1824 lo encontramos ya como miembro del muy influyente Comité de Comerciantes Británicos. 

Esta actividad empresaria la complementó con una marcada vocación filantrópica. Caído el gobierno virreinal, se abrió la puerta a la filantropía laica (y filo-masónica) que fue reemplazando, en gran medida, a las obras de caridad de una Iglesia porteña que se había visto bastante herida por la Revolución: los sacerdotes juramentados y comprometidos con ella se dedicaban más a la política “patriótica” que a la cura de almas; mientras que los clérigos refractarios limitaban su campo de acción por miedo u obligados por el gobierno. Por su parte, los protestantes —especialmente los fieles de sectas anglosajonas— habían encontrado la libertad de cultos y puesto a la tarea de construir sus templos “disidentes”. En este marco, Armstrong se destacó.

En el Río de la Plata, a los 30 años, el joven Thomas se casó con una niña de la familia Villanueva y López Camelo de nombre Justa—familia de comerciantes y estancieros (antiguos funcionarios regios) que no tuvo inconvenientes en que su hija se casara en la catedral anglicana por el rito de esa secta—. La ceremonia fue presidida por su pariente, el Reverendo John Armstrong, y contó con la presencia testimonial de Woodbine Parish, entre otros.

En 1831, el gobernador Juan Manuel de Rosas nombra aThomas Armstrong su representante en el directorio del Banco Provincial (hoy Banco de la Provincia de Buenos Aires). Consiguió de Rosas la colaboración económica del gobierno para la fundación de la Iglesia Estadounidense de Buenos Aires y para lo que sería el Hospital Británico, que aún existe.

En 1841, fue uno de los fundadores del Stranger’s Club—Club de Residentes Extranjeros—, que agrupaba a los extranjeros más ricos; muchos de ellos enriquecidos por los buenos negocios que hacían con Rosas.

Luego de la caída del “tirano”, curiosamente (o no tanto para nosotros), Armstrong conservó sus cargos. Continuó como director del Banco de la Provincia de Buenos Aires y se integró al directorio del Banco de Crédito Público. En 1854 estuvo entre los refundadores de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. 

En 1857, gracias a sus gestiones, se reanudaron las relaciones diplomáticas oficiales con el gobierno de Su Majestad Británica. Por más de cuarenta años de servicios ininterrumpidos al gobierno de Londres (conste que se incluyen los años en que supuestamente fue funcionario argentino), se le ofreció la condecoración como caballero británico. Pero por razones que no están claras, Armstrong se declinó gentilmente la oferta. Quizás porque aún le quedaban servicios que prestar a los intereses ingleses en la Argentina.

Fue miembro del Consejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. En 1859 fundó la Compañía Argentina de Seguros. 

Cuando el sacerdote irlandés Anthony Fahy llegó a la Argentina y fue a vivir a casa de los Armstrong. DonTomás, como se lo conocía, siguió ayudándolo en su obra por el resto de su vida.

En 1862 fue designado por el gobierno argentino para negociar en su nombre el famoso préstamo Buschenthal, que había sido tomado por la Confederación tres años antes durante la guerra con Buenos Aires.

Los últimos años de su vida los pasó a cargo del Ferrocarril Central Argentino y del Puerto de Ensenada, en ambos como “director residente” en Buenos Aires —tener en cuenta que las sedes sociales de ambas empresas estaban en Londres—. Gracias a Guillermo Rawson—médico y ministro del Interior de Mitre—, obtuvo la suscripción de 300.000 libras esterlinas, pagadas por la República Argentina, para permitir la finalización de las obras del ferrocarril y la inauguración del tramo final del mismo.

Su actividad filantrópica nunca cesó. Hasta su muerte continuó ayudando al hospital de su colectividad y a la Nueva Iglesia Protestante para anglosajones. También acomodó por un tiempo a las Hermanas Irlandesas de la Misericordia.

Con los cambios de gobierno, tampoco vio afectada su enorme propiedad rural, con campos en el sur de la Provincia de Santa Fe y norte de la Provincia de Buenos Aires. Hábil para los negocios, supo instalar colonias agrícolas en zonas como Elortondo, CARMEN, Venado Tuerto, Firmat, Chabás, Melincué, etc.

En 1871, cuando el Duque de Edimburgo visitó la capital uruguaya, Montevideo, Armstrong envió un telegrama de parte de todos los residentes británicos en Buenos Aires donde se hacía una renovación de los votos de sumisión de los mismos a la Corona.

Falleció en junio de 1875, a los 75 años. Fue recordado por los diarios de Londres como un gran “patriota” inglés. En su honor, el F.C. Central Argentino construyó la estación “Armstrong”, entre Cañada de Gómez y Tortugas (Provincia de Santa Fe), alrededor de la cual fue apareciendo un pueblo que aún existe.

The Southern Cross, el diario irlandés —católico pero pro-británico y anglófilo— que dirigía el P. Fahy, supo reconocer los méritos del anglicano Armstrong: “… True patriot… To our countrymen… he was unsparing and lavish in his beneficence” (“… Verdadero patriota… Para nuestros compatriotas… fue generoso y liberal en su beneficencia”).

5 DE ENERO DE 1939: Se suicida Lisandro de la Torre

Don Lisandro de la Torre.
El olvidado "fiscal de la Nación".

En la Argentina del siglo XXI bien vale la pena recordar la historia de un joven abogado, nieto de vascos, proveniente de la ciudad de Rosario en la provincia de Santa Fe. En su tiempo le tocó en suerte ser uno de los máximos referentes de la lucha de este país contra la corrupción, el autoritarismo, el clericalismo como factor de poder y los sucios negociados entre los gobiernos de turno y los grupos económicos internacionales. Don Lisandro de la Torre, abogado, productor agropecuario, político, filósofo, escritor, diputado, senador y frustrado candidato a gobernador y presidente de un país que, insólitamente, supo darse el lujo de enviar al ostracismo histórico a un verdadero hombre ético, ejemplo de conducta cívica, más allá de la comunión con su pensamiento e ideario.

Aquel tórrido verano, unido a la espartana austeridad y decrepitud del viejo departamento arrendado, había terminado por hacer mella en aquel venerable hombre, golpeado por los fracasos políticos, sus frustradas revoluciones, los negociados impunes por él descubiertos, las inequidades que no pudo vencer, las presiones económicas y el fraude electoral. La sombra de su viejo camarada y maestro, el doctor Leandro Alem, máximo referente de aquel incipiente Partido Radical, que se quitara la vida en 1896, se agitó en las penumbras de su cuarto. Había terminado con la correspondencia dirigida a sus entrañables colegas y compañeros de lucha partidaria de su partido Demócrata Progresista: hasta allí reveló su constante y probada amistad, por una parte, y su finisecular ateísmo y anticlericalismo que tantos enemigos y disgustos le deparara. Aquella última carta, sería sorprendentemente el último acto público y político de su dilatada vida. Ya se había despedido de dos amigos que lo habían visitado unos momentos antes: un viejo conocido de Rosario, que abrazó efusivamente, y el doctor Díaz Arana, con quien intercambió algunas palabras respecto del último discurso del presidente norteamericano Roosvelt.

 Recordó que le quedaban aún en su billetera unos últimos pesos, los cuales metió en un sobre junto a una nota para que Clotilde, su mujer de servicio, le llevara a la casa de un amigo. Todo estaba arreglado. Ya estaba sobre el mediodía y el calor era intenso. Cerró las ventanas de donde venían los ruidos bulliciosos de la calle y la puerta de su despacho. Un detalle le sorprendió y era que el almanaque tenía la fecha del día anterior. Arrancó entonces el papel del taco apareciendo el correspondiente al día 5 de enero de 1939, el último de su vida. Sentado en el sillón, tomó su revólver y lo encañonó directo a su corazón. Habría recordado, quizás, a sus viejos maestros como Alem y Del Valle, a su compañero de banca Enzo Bordabehere, a su entrañable y perdido campo de las Pinas en Córdoba, donde tantas ilusiones había fundado. Solo Dios, aquel en quien no creía, podría afirmarlo. Apretó con firmeza el gatillo de su arma y destrozó su corazón.

Se suicidó así, en ese departamento del segundo piso de la calle Esmeralda 22 de Buenos Aires, uno de los hombres emblemáticos de la democracia argentina que no pudo ser. Se perdía en la historia la figura del doctor Nicolás Lisandro de la Torre, el gran "Fiscal de la Nación", un verdadero ejemplo de lucha política y cívica, tan devaluada en la Argentina de principios del siglo XXI, vacía de Justicia y plena de conductas miserables por parte de una dirigencia que no termina de tomar conciencia que, sus acciones individuales amorales, terminan inexorablemente afectando la vida normal de los ciudadanos y el destino de las generaciones por venir...

jueves, 2 de enero de 2014

10 Estrategias de Manipulación Mediática de Noam Chomsky


Hay un texto que uno no puede pasar sin leer. Las 10 estrategias de Manipulación Mediática. Su autor, Noam Chomsky es lingüista, ex-profesor de George Lakoff, y agente político activo. Un texto como este vale la pena leerlo, sobretodo, para protegerse de aquello de lo que habla, de la manipulación. Observarás que las cosas que cuenta puedes verlas reflejadas en las noticias, en la prensa, en el supermercado…

1. La estrategia de la distracción

El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética.
“Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones

Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad

La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión

Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad

Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad

Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad

Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen

En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

La canción de amor que hace emocionar al mundo

Fred Stobaugh (nacido el 22 de agosto 1917) es un piloto retirado de Peoria, Illinois . Un video documental sobre el rodaje de la canción Oh Sweet Lorraine, en base a un texto que Stobaugh escribió a su esposa de 72 años, se convirtió en un video viral en septiembre de 2013. La canción basada en su texto posteriormente entró en el Billboard Hot 100 , así como otras cartas internacionales.


Stobaugh conoció a su futura esposa Lorraine Dinquel en 1938. La pareja se casó en 1940 y más tarde tuvo tres hijas. Su esposa falleció el 26 de abril de 2013, sólo dos meses antes de 73º aniversario de bodas de la pareja.

Unos meses más tarde escribió la canción Oh Sweet Lorraine y participó en un concurso cantautor organizado por Estudio de calzado verde. El video de las sesiones de grabación atrajo a más de seis millones de visitas en YouTube y Vimeo .

En septiembre de 2013, la canción entró en el Billboard Hot 100 en el número 42, convirtiéndose en el artista más viejo a aparecer en la lista Hot 100. También entró en el Hitparade suizo y el Ö3 Austria Top 40.


¡Oh dulce Lorraine!

Me gustaría que volvamos a vivir
los buenos tiempos otra vez.

¡Oh dulce Lorraine!
La vida solo sucede una vez
y no mas.

¡Oh dulce Lorraine!
Me gustaría que volvamos a vivir
los buenos tiempos otra vez.

Los buenos tiempos, los buenos tiempos.
Los buenos tiempos, nuevamente.
Los buenos tiempos, los buenos tiempos.
Los buenos tiempos, nuevamente.

Pero los recuerdos nunca se alejan.
¡Oh dulce Lorraine!
No quiero seguir.

Oh, no se alejan.
Mi dulce Lorraine.
Por eso te escribí esta canción.

¡Oh dulce Lorraine!
Me gustaría que volvamos a vivir
los buenos tiempos otra vez.

¡Oh dulce Lorraine!
La vida solo sucede una vez
y no mas.

¡Oh dulce Lorraine!
Me gustaría que volvamos a vivir
los buenos tiempos otra vez.

Los buenos tiempos, los buenos tiempos.
Todos los buenos tiempos, otra vez.