"Al mediodía hay una mesa de oficinistas de la zona que, cuando les traigo la comida, se dedican a tirarme miguitas de pan para que me caigan justo entre las lolas. Una vez me quejé con el dueño, pero me contestó una guarangada que ni te puedo decir. ¿Qué tengo que hacer?".La anécdota es un poco extrema, pero ilustra lo que le sucede a la joven camarera de un bar llamado Manolos -en el barrio de Villa Ortúzar-, cuyos pechos, hay que decirlo, ejercen una fascinación lúdica.
Hay que tenerlo bien claro: así como de tanto en tanto uno quisiera ahorcar a los mozos porque son lentos, bobos, atolondrados o demasiado cancheritos, ellos también piensan que nosotros, los clientes, solemos ser unos perfectos imbéciles. Así es que Planeta JOY decidió darles el micrófono para que se descarguen por única vez y cuenten cuáles son las diez cosas que más odian de los comensales.
Señores lectores: agárrense fuerte -les avisamos desde ahora- porque hay mucha bronca contenida. Este es el decálogo (y nuestra apreciación personal en cada uno de los puntos):
1. QUE LES MIREN PARTES DEL CUERPO
Varios testimonios de camareros y camareras de Palermo Hollywood coinciden en el mismo punto. Ellas odian que los clientes les escaneen la delantera y se den vuelta para mirarles la retaguardia, simulando que se les cayó un cacho de pan; ellos, por su parte, detestan a las solteronas de más de 45 que los examinen como quien contempla la Torre Eiffel. "Yo no soy de vestirme muy perra; de hecho tengo siempre la remerita que me da el restaurante, pero me parece que es justamente eso, el uniforme, lo que los pone libidinosos", cuenta la moza de una conocida parrilla sobre la calle Fitz Roy. Y sí… los hombres sabemos lo que provocan ciertos uniformes.
Planeta JOY decreta: El mozo no tiene razón (mirar es humano)
2. SER TESTIGOS DE CONVERSACIONES INCÓMODAS
Mario, camarero de uno de los bodegones de la zona de Venezuela y San José, sintetiza otro mal común para estos humildes servidores. Y es que a veces los mozos son testigos involuntarios de conversaciones incómodas, porque no les queda otra que quedarse parados como faroles frente a la mesa hasta que los comensales se deciden. En el ínterin, escuchan toda clase de improperios. "Lo que me pone más nervioso son las mesas de amigas, porque se escuchan cosas muy íntimas. Una vez, una chica se quejaba porque tuvo sexo con un tipo que se dejó puestas unas medias pom-pom verdes, que le dieron un asco terrible", recuerda Mario, quien dice haber aprendido bastante de todo eso. "En principio, cuando me desnudo frente a una mina, lo primero que hago es sacarme las medias", jura.
Planeta JOY decreta: El mozo no tiene razón (hablar es humano)
3. QUE NO LOS SALUDEN / QUE LOS LLAMEN COMO A LOS PERROS
Aunque para algunos, los mozos formen parte de una subespecie que no merece ser saludada, hay que tener cuidado porque no hacerlo despierta en ellos una bronca asesina. Estamos hablando de un gremio especialmente sensible, que se siente muy dolido cuando se lo ignora. "Que los saludes y no te den bola es algo que me pone mal", admite Diego, mozo de Paru, el restaurante peruano-japonés de Palermo. Dicho esto, también se da por hecho que llamar la atención del camarero con palabras como "che", "pss", "ey" y otros sonidos onomatopéyicos es algo que los irrita sobremanera. Por eso, la próxima vez que usted, señor cliente, ingrese a un salón de comidas, piense que esos monigotes que traen y llevan nuestros platos también tienen sentimientos y merecen una pizca de nuestra deferencia. Haga feliz a un mozo: salúdelo.
Planeta JOY decreta: El mozo tiene razón (ser maleducado no tiene excusa)
4. QUE LES HAGAN LÍO CON LAS MESAS
La premisa es sencilla: un restaurante no es un rompecabezas para andar desarmando a voluntad. Cada mesa tiene un número y, en principio, esa organización debe respetarse porque sino se arma lío. Que un cliente corra la mesa, la achique, la agrande, la dé vuelta y juegue con ella como si fuese un caniche es algo inadmisible para los camareros. Maribel, moza del peruano Astrid & Gastón, cuenta su historia: "Nosotros trabajamos con reserva y muchas veces sucede que un grupo de gente entra al restaurante, pasa por un salón y se quiere quedar ahí. Entonces cambian de mesa y se nos complica todo".
Planeta JOY decreta: El mozo tiene razón (¿para qué complicarles la vida aún más?)
5. QUE LES RECOMIENDES UN PLATO Y NO TE DEN BOLA
Es muy común que, en una entusiasta fase inicial, un comensal se sienta interesado por la recomendación de un mozo y que, en la instancia siguiente, se genere un desaire. Vean esta situación:
- Mozo, ¿qué me recomienda?
- El lomo a la pimienta está delicioso. Marinado en finas hierbas, cocinado en su propia salsa y enmantecado en una sartén suiza que retiene los sabores desde 1814, año en que fue obtenida como botín de guerra por Napoleón, cuando invadió Rusia sólo con 500.000 hombres y los derrotó en Borodino.
- Mejor traeme una ensaladita.
¿Para qué molestar al pobre camarero si uno ya tenía claro lo que iba a pedir?
Planeta JOY decreta: El mozo no tiene razón (el cliente la tiene siempre)
6. QUE LOS CLIENTES SEAN INCOHERENTES
Los mozos consultados enumeraron una serie de incongruencias que los sacan de quicio. Este es un pequeño listado: que les pidan agua natural y hielo aparte, que les asignen una mesa para dos y se sienten en una de cuatro; que se morfen un lechón entero pero lo acompañen con Coca Light; que ordenen un vino de 200 pesos y les dejen una propina miserable; que pidan un sólo postre y dieciséis cucharas; que quieran un plato con picante y después se quejen de que estaba demasiado picante…
Planeta JOY decreta: El mozo no tiene razón (el cliente también paga para que se soporten sus incoherencias…y su neura).
7. QUE LOS CLIENTES DEJEN QUE SUS HIJOS HAGAN CUALQUIER COSA
No hay nada de tierno en ver a un nene corriendo entre las mesas de un restaurante. Tampoco es dulce observarlos cuando revolean la comida como salvajes, ni escucharlos chillar porque su madre se olvidó las figus de Ben 10 en el auto. En general, los que más sufren esta situación, además de los padres y el resto de los inocentes comensales, son los propios mozos. "Una vez un nene me meó la panera y cuando lo fui a retar me dijo que su papá, que 'la tiene así de grande', también lo hacía en casa; preferí no meterme", afirma Osvaldo, camarero en un bodegón de San Telmo. Conclusión: el restaurante no es un playroom y los camareros no son baby sitters. Por eso, si el nene no sabe comer afuera, mejor dejarlo en casa.
Planeta JOY decreta: El mozo tiene razón (los nenes indomables deberían quedarse en casa).
8. QUE NO DEJEN PROPINA
El momento de la cuenta es crucial en la vida de un mozo. En el gesto propinero quedan claras varias cosas: si el comensal ha sido bien servido y, también, si su satisfacción tendrá un correlato económico.
En este ítem las anécdotas se multiplican. Quitando a los que dejan el riguroso 10% y quedan exentos de toda polémica, los camareros tienen una aversión especial por los miserables, que vienen a ser todos los que se mueven por debajo de ese porcentaje. "El otro día viene un tipo con su mujer y lo atendí de maravillas. Cada vez que miraba para mi lado yo iba corriendo a la mesa como un bombero para que no le faltara nada. Creí que me iba a dejar una propina espectacular porque encima parecían tener mucha plata. La cuenta era de 255 pesos y yo esperaba por lo menos 35 mangos para mí, pero el tipo pagó justito y me dejó dos caramelos Sugus y un palito de la selva", rememora Daniel, mozo de un conocido restaurante de pastas en Puerto Madero.
Planeta JOY decreta: El mozo tiene razón (ser miserable no tiene perdón)
9. QUE PIDAN DESCUENTO POR SER AMIGOS DEL DUEÑO
Alegar ser amigo o habitué para ligar un descuento es una de las actitudes más soeces que se pueden encontrar en la fauna restorantil. Muchos los mozos denuncian esta clase de actos, que revelan la condición humana en su expresión más oscura. "Pasa seguido que algunos se sientan cerca de la caja y, mientras transcurre la cena, le hacen chistes al cajero, le sacan charla y se van amigando. Eso lo hacen varias veces hasta que, un día, te piden un 'descuentito' porque 'son amigos del dueño'. Es patético", cuenta un mozo de una parrilla cool de Palermo Hollywood.
Planeta JOY decreta: El mozo tiene razón (el amiguismo, en estos casos, es vulgaridad).
10. QUE LOS CLIENTES LLEGUEN SOBRE LA HORA DEL CIERRE
La pesadilla de todo mozo es que, justo a la hora del cierre, caiga una mesa numerosa que prolongue la jornada laboral. Para los camareros es como estar ganando un partido 1 a 0 y perder en el alargue, con gol de penal por una mano mal cobrada. En ese caso, se recomienda a los clientes elegir rápido y quedarse chitos la boca, para evitar ataques de nervios o que el plato salga definitivamente "especial" (los cocineros también son perjudicados por las llegadas tarde y con ellos sí que no se jode).
Planeta JOY decreta: El mozo tiene razón (son laburantes, déjenlos irse en paz).
Planeta JOY
Por José Totah
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