Ningún régimen populista ha logrado (o ha querido seriamente) acabar a fondo con la pobreza, estimular una educación abierta ni desmontar el fanatismo.
Sus programas no apuntan a un desarrollo sostenido y firme.
No le interesan los derechos individuales ni la majestad de las instituciones republicanas.
Por el contrario, exageran el asistencialismo mendicante, imponen doctrinas tendenciosas y exaltan diversos tipos de animosidad para conseguir la adhesión de multitudes carenciadas, explotadas, resentidas o enturbiadas por la confusión.
Armando Ribas atribuye al socialismo autoritario un método que también yo percibo en los regímenes fascistas o populistas: crear un enemigo externo, un enemigo interno y un enemigo... anterior.
Además de poner siempre la culpa afuera, la inyectan contra lo que ocurrió antes para, de esa forma, depredar sin límites.
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