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Departamento GRAL. LOPEZ

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jueves, 3 de febrero de 2011

El daño de los insultos y los menosprecios puede durar toda la vida.


Qué tipo de humano serás depende en su mayoría de cómo utilices el más grandioso de los regalos que el Creador te dio: Tu habilidad para pensar y hablar.

Cada vez que le hablas a otra persona tienes una decisión que tomar: ¿Qué debo decirle a esta persona en este momento? y ¿Cómo debo decirlo?

Una elección sabia y adecuada te elevará y le permitirá a la persona con la que estás hablando sentirse bien en el presente y la ayudará a construir su auto-imagen.

Es un gran mal uso de este increíble regalo causarles a otras personas dolor con tus palabras. El Talmud dice que es un crimen peor causar dolor con palabras que estafar financieramente a otra persona. ¿Por qué? El dinero puede devolverse. Las palabras, una vez dichas, nunca pueden retractarse. El daño y perjuicio de los insultos y los menosprecios pueden durar toda la vida.

Cuando insultas a alguien y le causas angustia con tus palabras, estás atacando la dignidad de la otra persona. El nivel más alto de bondad es construir la auto-imagen de alguien. Por la misma razón, el peor crimen es robarle a alguien su autoestima y bajar su auto-imagen.

La mayoría de las personas no están completamente consientes del gran daño que causan cuando hacen afirmaciones destructivas y desmoralizadoras y hieren a otros con palabras ofensivas e irrespetuosas. Es tan fácil hacer comentarios contraproducentes y hacer preguntas no constructivas. Hay muchos tipos de afirmaciones negativas sutiles.

Muy pocas personas son verdaderamente malas y sádicas. Pero todo el mundo se frustra e incluso se enoja a veces. Estos sentimientos son terreno fértil para comentarios que hieren y causan dolor.

Pregúntale a cualquier consejero o terapeuta y escucharas acerca del gran daño causado a niños que fueron insultados por sus padres o maestros, hermanos y pares, amigos y vecinos. Las cicatrices invisibles de palabras hirientes causan dolor y angustia, una y otra vez.

Pregúntale a cualquier consejero marital y escucharas del mutuo daño y dolor causado a esposos y esposas por las dolorosas afirmaciones que fueron dichas por frustración y enojo. Incluso las personas más buenas hablan de formas que no deberían cuando están de mal humor.

¿Cuál es la solución para este problema de proporciones epidémicas?

Todos debemos adquirir una mayor conciencia de lo que en realidad estamos diciendo.

Nuestros estados emocionales tienen un impacto tremendo en lo que decimos y en cómo lo decimos. Toma conciencia de que:

• Cuando estamos hambrientos y cansados, tenemos que ser especialmente cuidadosos con cómo hablamos.

• Cuando nos sentimos frustrados en una interacción con alguien, debemos ser cuidadosos de evitar hacer comentarios sarcásticos.

• Cuando estamos enojados con alguien y tenemos ganas de hacerle saber cómo nos sentimos, necesitamos utilizar el autocontrol necesario para hablar de una forma que exprese nuestras preocupaciones reales sin menospreciar o avergonzar a la otra persona.

• Cuando estamos en una discusión con alguien, debemos recordar mantenernos calmados y centrados y continuamente hablar de formas que son una expresión de respeto mutuo.

• El punto más importante (¡y el más difícil!) de recordar es: "¡Piensa antes de hablar!"

por Rav Zelig Pliskin



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