Comidas, animales, ocupaciones. El Diario Perfil propone un juego nacido en su redacción sobre futbolistas de ayer y de hoy, agrupados arbitrariamente.
El fútbol argentino da para todo. Una vez, Mariano Dalla Líbera festejó un gol desde 35 metros. Pero en realidad, lo mostró la televisión después, la pelota había entrado desde el costado, por un hueco de la red. En cierta ocasión, incluso, Carlos Griguol se enojó con uno de sus muchachos y no tuvo vergüenza en gritarle: “Yagui… ¡Vas a salir campeón de la c… de tu hermana!”. En fin, si hasta un club fue capaz de hacerle una estatua a un entrenador después de consagrase campeón tras 35 años de padecimiento (remember Racing y Mostaza Merlo), cómo el mundo de la pelota no va a tener apodos.
Apodos: un alias, un mote, un apelativo, un seudónimo. Una forma de llamar a un otro por una determinada característica: un defecto, una burla, una virtud. Un apodo-objeto, como el Avioncito Rambert, que abría alas y volaba después de celebrar un gol. O un apodo vinculado a la vagancia, como el de Pachorra Smaldone. O un apodo simple que va perdiendo razón de ser para convertirse en un apelativo inmenso, como el Pelusa para Maradona, que pasó a ser Dios.
El origen. ¿Y cómo nace una denominación? Seguramente muchos recuerden el tono colombiano de Radamel Falcao agradeciéndole el rótulo al relator Sebastián Vignolo: “Pollo, me gusta cuando me dices Tigre”. La prensa muchas veces es la responsable y a veces recurre a los diminutivos: si a Hugo Pena le decían Tomate, a Sebastián no podían no nombrarlo Tomatito. Y Ariel Ortega es el Burrito porque el Burro grande era su papá, así como Santiago Solari fue el Indiecito porque el Indio había sido su tío Jorge. Ojo, el diminutivo también se aplica para sucesores de un estilo: Hernán Crespo fue Valdanito, en honor a Jorge Valdano.
Muchas otras veces el apodo se trae desde casa: alguna mamá mimosa empieza a llamar así al nene y después las hinchadas putean al Pupi (Zanetti), al Mumo (Peralta), al Cuchu (Cambiasso), al Toti (Iglesias) o al Chipi (Barijho). El fútbol argentino da para todo: para un Chacho (Coudet), para un Checho (Batista), para un Chicho (Serna), para un Chocho (Llop). Y para versiones similares, pero con t: para la Tota (Fabri), el Teté (González), el Tito (Pompei), el Toto (Berizzo).
Está claro, las canchas domésticas están o estuvieron llenas de locos: Abreu, Bielsa, Gatti, Houseman, Enrique. Y así como hubo alias vinculados a la contextura física (Pinino Más, Enano Buonanotte, Chiquito Bossio, Flaco Bilos, Gordo Fabbiani), también hubo denominaciones relacionadas a la jerarquía: Jorge Bermúdez se hizo Patrón en Boca. Leonardo Astrada fue Jefe en River, donde Javier Mascherano se erigió en Jefecito y donde Daniel Passarella se construyó en Káiser.
Animales, comidas, marcas. En el primer rubro hay varios arqueros: el Mono Navarro Montoya, la Anguila Gutiérrez, el Gato Miguel, el Pato Fillol. Entre las comidas están Chocolate Baley, Puchero Varacka, Pancho Sá, Bombón Rosada y Coco San Esteban. Y hay también apellidos o motes que remiten a cuestiones de mercado: Javier Lux, como los jabones, Diego Cocca, como la gaseosa, Paulo Ferrari, como la escudería, o Topolino Riquelme y Speedy González.
Algún despistado puede pensar que este texto se trata de un juego de redacción: un grupo de gente que forma una ronda en un rato libre y se dedica a tirar nombres como una competencia. No: esto es una nota. Y así como hay apodos femeninos (Vitamina Sánchez, la Gata Fernández, la Coneja Baldassi y la Chancha Mazzoni), hay otros que son finos, que tienen elegancia, que pertenecen a la nobleza: el Marqués Sosa, el Virrey Bianchi, el Príncipe Francescoli. Y se podría seguir con los vinculados al clima, como el Rayo Menseguez o Terremoto Cejas, pero mejor basta: el fútbol argentino ya da para todo como para además volverlo loco con cuatro mil caracteres de picardía.
En la galería de imágenes, diez equipos armados de acuerdo a diez tópicos diferentes. Desde una línea de atacantes feroces –armada con un Tanque, un Pistolero y un Matador– hasta otro equipo que se cocina con Leche, Manteca y Fideo. Vale disentir.
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