Un día con el padre Roberto Barchietto
El sacerdote del movimiento Carismático que reúne multitudes y escapa a los rituales religiosos tradicionales.
El escenario preparado desde bien temprano con una mesa en el centro, a modo de altar, un atril al costado derecho, y muchas sillas. Van ingresando los asistentes, se van acomodando en las ubicaciones dispuestas para ellos en el salón de la Cooperativa Textil de Carmen. Algunos son de la zona, otros de más allá, de Lomas de Zamora, de La Pampa, de Sampacho, de San Nicolás, de Villegas, de Junín, etc. Las más de dos mil sillas no van a alcanzar. Algunos previsores trajeron sus banquitos o reposeras plegables desde sus casas junto a sus canastas con provisiones y el eterno mate. Al fondo se dispone un buffet, con pasteles, café, gaseosas y se insinúan los choripanes para el mediodía. Entre medio, una mesita con una urna para depositar las intenciones.
La organización es impecable y a horario se da inicio la celebración, pidiendo aplausos para el Señor y explicando cómo se organizará la imposición de manos. .El inicio es con canciones, todas alegres y festivas. El padre Roberto aparece y desde un micrófono estimula a los asistentes para que participen porque se trata de una alabanza.
Lo primero que hace es saludar y ofrecer una oración. Invita al público a que apoye sobre el corazón las fotos que cada uno trajo, y comienza a orar. Siempre con la música de fondo, aunque ya no es festiva sino que se trata de una melodía que invita al recogimiento. La gente, en su mayoría con los ojos cerrados, escucha en silencio o mueve su boca como rezando para adentro. Varios lloran. El rezo tiene climas que bien amalgamados. Cuando habla en voz baja, casi susurrando, la música disminuye paralelamente, y en los momentos que se pone más enérgico, las guitarras acompañan esa potencia con rasgueos más altos. El padre sabe manejar los climas, es por eso que, una vez terminada la oración, plantea una situación muy distinta que sirve para divertirse y distender el ambiente, luego de una oración muy profunda. Además de relajar a la concurrencia, aprovecha el juego y sus moralejas para remarcar que todos los problemas son importantes, así que deberán tener paciencia para que él pueda atender a todos.
Llega el momento de la imposición de manos. Los colaboradores van organizando filas de personas para que el padre vaya pasando a posar su mano sobre ellos. Cuando se para frente a cada fiel, el padre Roberto le pasa su mano derecha por el rostro, luego por el corazón y lo sopla. Luego del ritual, mucha gente cae. Los servidores sostienen a los que se caen y luego los ayudan a reponerse. Es una experiencia de fe muy profunda que se repite de a cientos. El sacerdote va posando sus manos sobre gente y más gente, en un ejercicio casi mecánico. De repente se detiene y se arrodilla ante una joven que desvanecida en el piso no deja de llorar, temblar y de emitir sonidos guturales. Apoya su mano en la cabeza, acerca su cara al rostro de la misma e intercambian palabras. Por un rato largo se hace silencio y lo único que se escucha es la plegaria de Barchietto. La joven se incorpora y vuelve a desvanecerse. El padre, ayudado por cuatro servidores, se para y se dirige a la concurrencia y explica lo sucedido a Esther (ver Testimonios de vida). Pasado ese momento de emoción, sigue con la imposición de manos. Hay cientos de personas que esperan ser tocados por el padre. Continúan las filas de personas que reciben el tacto de Barchietto. Siempre el mismo ritual, manos en el rostro, el corazón y soplido. Una nueva pausa. Barchietto quiere seguir con la imposición de manos pero se ve obligado a frenarse nuevamente. “¡Qué día tenemos hoy!”, exclama. Piensa un rato y profetiza que desde ahora hasta después de la consagración, en cualquiera de las fotos del público puede aparecer una mancha con sangre. “No se asusten -agrega-, ese es un signo del amor del Señor”.
Siempre me aclaró que era una celebración. No obstante, se nota que el evento está provisto de un ritmo pensado y armonizado para que no haya baches, para que no sea ni muy denso, ni muy banal, ni aburrido, ni trágico, ni solemne. Tiene algo de todo eso, pero bien repartido. Hay una oración, luego un anuncio, una canción festiva, una bendición, una imposición de manos, una sanación. Cuando el aburrimiento amaga aparecer o cuando la atención parece disgregarse, desde el escenario se hace algo para mantener el interés. Y Barchietto hace exactamente lo que requiere este ritual. Es locuaz, expresivo, movedizo a pesar de su enfermedad. Camina de un lado al otro, canta, baila, salta, hace mover a la concurrencia, y todo hecho con una gran intensidad.
Cuando me doy cuenta ya es la una de la tarde, pasaron más de cuatro horas y el cura Roberto se desploma en una silla detrás del escenario. Me toma de las manos y me dice “viste la fe de esta gente”. Asiento con la cabeza y comparto un rato más con él antes de irme a almorzar. Varios de los asistentes pugnan por entrar al reservado y recibir la bendición del padre. Entre tantos que lo lograron impacta el de un señor, de unos 45 años que se acerca, se arrodilla y le pide que le imponga sus manos por un tumor en su cabeza. El padre Roberto pone sus manos sobre él y ora. Cuando el hombre se incorpora, dirigiéndose a los que estábamos presentes nos dice “soy médico”. Barchietto reacciona y le toma sus manos entre las de él y les besa las palmas, diciéndole “Tú tienes ahora el poder de la curación”
Pasadas las 15 comenzó el oficio religioso. Algunos podrán no coincidir con las misas carismáticas, pero las del padre Roberto hay que presenciarlas y vivirlas, fundamentalmente porque llegan al corazón y te dejan pensando. El mismo estuvo dedicado a los padres. Canta, baila y hace bailar a la concurrencia. Un acompañamiento impecable de los músicos y del padre Sergio hace que vuelen los minutos y llegue el turno para las que quieren quedar embarazadas. Todas toman un juego de escarpines del color que desean (rosa o celeste) y bromas de por medio, algunos los cambia y otros no. Ellas, las futuras mamás, felices igual.
El cierre, con un juego para los papás (ya que se avecina el día de ellos) a toda música y con mucho celeste y blanco arengando a la Argentina.
En mi retorno a la redacción sentí un gran alivio porque comprobé, algo que nunca había hecho hasta hoy, que el camino de la fe esta intacto en nuestro pueblo castigado. Comprobé, que más allá de mi amistad con Roberto, hay un ser humano increíble y que esta dispuesto a ir hacia su rebaño y que no se viste de Padre solamente para aquellos que concurren a su parroquia.
Fuerza Roberto, miles estaremos velando por tu salud y tu recuperación.
Testimonios de vida
Esther de Villa Cañas llega por primera vez a ver al “cura sanador” a instancias de una vecina y acompañada por su esposo. La preocupación de ella es que por momentos adquiere una doble personalidad. Escucha una voz que no entiende. Se pone agresiva. Al llegar a Carmen comienza a temblar. Cuando ingresa al salón, según nos cuenta ella, hay una fuerza extraña que la tira hacia afuera. Hace un tremendo esfuerzo, apoyada por su esposo y logra entrar. Continua con los temblores y comienza a llorar. Llegado el momento de la imposición de manos, se desvanece. Comienza a moverse en el piso. Cuatro servidores no la pueden sostener, a la vez que emite sonidos guturales. El padre Roberto se vuelve a detener ante ella y se arrodilla. Luego de varios minutos y varias oraciones se incorpora y se dirige al público, dejando entrever que la misma estaba poseída por la magia negra. Pasada unas horas nos acercamos hasta ella y comprobamos que estaba en mejor estado y que, según ella, no podía creer lo que estaba viviendo.
Gaby de Junín nos contó que llegó al Padre Roberto a través de su madre. Ella sufría de esclerosis múltiple y un funcionario de su mutual le robó los medicamentos que debía tomar. Los mismos cuestan U$S 4.000 mensuales. Ante la desesperación, su madre la llevó al “Cura Sanador de Carmen”. Hace ya más de un año que las periódicas resonancias magnéticas que su médico de La Plata le obliga a hacer para un mejor control, les dan como resultado que la enfermedad esta inactiva. Desde el primer momento hasta el día de hoy, todas las celebraciones del Padre Roberto Barchietto cuentan con la presencia de madre e hija, sea donde sea.
Miguel Grossi
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FOTOS: Daniel - las mismas no corresponden a la misa realizada en esa fecha