Todo sacerdote puede orar por los enfermos y deben ser capaces de quitarse la túnica y lavar los pies a los hermanos. “Estamos escondidos en los salones ‘vip’ y no estamos atentos a las necesidades de la gente. No somos superiores a los demás, ni ángeles. Sino tan pecadores, con sus defectos y virtudes, porque no dejamos que fluya en nosotros la santidad, hay que dejar que Dios obre en nuestros corazones, como lo hacían los santos. Pero la gente tiene sed de Dios, sentir que Él vive y eso se percibe a través de la Renovación”.
La oración por sanación puede hacerlos también los servidores preparados para ello. El riesgo que corre la Renovación, es que hay mucha gente que impone la mano y ve en los demás, la presencia satánica, y lo que le falta tal vez sea el tener un profundo encuentro de oración, frente al Sagrario, que es el Señor de la historia. “Orar ante el Sagrario, es estar en oración frente al Dios vivo”, la gente tiene sed de creer que Jesús les ama.
“Toda oración pedida con fe, Jesús le otorga, a donde quiere, a quien quiere y cuando quiere. Si tenemos un encuentro personal con Jesucristo, el Señor de la vida, si él quiere sanar, pues ¡Gloria a Dios! Los carismas son regalo de Dios, para ponerse al servicio de los demás. En la iglesia es ordinario, pero nosotros lo hemos hecho, algo extraordinario. El sacerdote debe estar embriagado del Espíritu Santo, porque es un misterio de amor. En cuanto a los que concurren a las misas por los enfermos ya sea psíquicos, físicos y espirituales, no deben ir a ver hacer milagros, sino a encontrar a Jesucristo”.
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