Una jornada llena de contratiempos y encontronazos, en que nada sale bien, suele calificarse como “un día de perros”.
La frase no tiene nada que ver con ladridos ni mordiscos.
Se remonta a los tiempos de Julio César y está relacionada con Sirio, también llamada estrella del Perro (o del Can) por pertenecer a esa constelación.
En cierta época del año -que siglos atrás coincidía con la culminación del verano en el Hemisferio Norte-, Sirio aparece al mismo tiempo que el Sol.
Este fenómeno hizo creer a los romanos que los intensos calores propios de julio y principios de agosto, se debía a que al calor del Sol se sumaba el que irradiaba la estrella del Perro.
Por ello, a esa temporada tan difícil de soportar la llamaban días del Perro, expresión que con el tiempo tomó la forma actual.
Hoy ya nadie piensa en Sirio ni en su constelación para echarles la culpa de sus contratiempos y rabietas. Cualquier día, por templado que sea, puede hacernos sentir que nos acosa una jauría.
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