Antes de plantearse conseguir la reelección presidencial; antes de ser "la Presidenta", antes de erigirse como primera dama. Antes de todo eso, Cristina Kirchner había ganado fama nacional como la "rebelde" del Congreso. Antimenemista, antidelaruista, lejos de perpetuarse como oficialista, fue una de las voces urticantes de la oposición.
La actual primera mandataria habitó los pasillos de ambas Cámaras, alternadamente, entre 1995 y 2007, hasta que recibió el bastón de mando de manos de su marido. Repartía sus días entre Buenos Aires y Santa Cruz: de martes a viernes dormía en Capital Federal y luego volaba a reencontrarse con Néstor Kirchner, por entonces gobernador de su provincia.
Su rival no era la prensa.
Por el contrario, era una legisladora que recurría a los periodistas para que sus denuncias tuvieran repercusión mediática.
Durante más de una década, Cristina cultivó un perfil de mujer poco dócil, a la vez que dejó un archivo de frases célebres en los recintos. En el Senado, sus pares rumoreaban que "volvía locos a todos" al pedirles meticulosidad en la lectura de los proyectos.
Su carácter indomable le valió la expulsión del bloque del PJ. Es que su actitud desafiante y cuestionadora se reflejó en sus constantes oposiciones a las iniciativas promovidas desde el Ejecutivo menemista. Hoy, su partido espera contar con el riojano como aliado en el Congreso.
Renunció a su banca a fines de 1997 para ocupar el primer lugar en la lista de diputados nacionales. Durante el gobierno de Fernando De la Rúa, fue protagonista junto a Elisa Carrió de la comisión de investigación de lavado de dinero, un trabajo que terminó con estas dos mujeres de carácter, peleadas. Cuando en 2001 volvió a ser electa como senadora, en la Cámara alta los legisladores comentaron el regreso "la recluta Fernández", apodo que se había ganado cuando se rebeló a la conducción del justicialismo en el Parlamento.
Sólo cuando su esposo ocupó el sillón de Rivadavia, Cristina Kirchner buscó bajar el perfil en el Congreso y pasó a ser observada más por su rol como primera dama que por sus polémicas. A continuación, algunos de los episodios que quedaron en el baúl de los recuerdos.
Los hielos, su bandera. Cuando ingresó al Senado, la "pingüina" convirtió a la defensa por hielos continentales en la mayor de sus banderas. En 1996, el Congreso trataba la ratificación del acuerdo Menem-Aylwin de 1991, que, al dividir la zona en litigio, cedía a Chile gran parte de los glaciares argentinos. Cristina les achacó a quienes avalaban el tratado que votaban por "obediencia debida" al Ejecutivo. Incluso, difundió 500 ejemplares de un informe "antiacuerdo" e hizo un acto desde El Chaltén, que fue transmitido en vivo por Canal 13. Finalmente, en noviembre del 1998, adhirió al consenso tras una serie de modificaciones.
"Usted debe renunciar". Una de las declaraciones que hizo sonrojar a los legisladores fue cuando le pidió al entonces ministro de Defensa Oscar Camilión, involucrado en la escandalosa venta de armamento al Ecuador, que dimitiera a su cargo. "Ministro, usted debe renunciar", le dijo durante una interpelación en el Senado. El funcionario, alterado, le replicó entonces: "Señora usted no tiene ni la edad ni la trayectoria como para realizar un pedido semejante".
Piedra en el zapato: privatizaciones y Consejo de la Magistratura. Cristina Kirchner también le trajo dolores de cabeza al gabinete de Carlos Menem al quebrar la mayoría oficialista: se opuso a varias de las privatizaciones que estaban en carpeta y a la Reforma del Consejo de la Magistratura. Cuando se trataron las privatizaciones, Cristina se levantó de su banca a la hora de votar. En el caso de la reforma, fue la única peronista que se resistió, por un fragmento del texto que le parecía incorrecto.
"No quiero convertirme en psicoanalista". Otra medida ante la que demostró su rebeldía, con declaraciones que trascendieron fuera del recinto, fue el pacto fiscal con las provincias. Por entonces, la senadora reclamó que su partido "no sea cínico", y lanzó: "Nos quieren transformar de militantes en terapeutas. Nos quieren hacer salir a decir a la gente que las cosas están bien, pero que en realidad están mal. Y yo no quiero convertirme en psicoanalista".
Expulsada del bloque. Las desobediencias de Cristina Kirchner colmaron la paciencia de sus compañeros del PJ. "Yo no soy la recluta Fernández para obedecer las órdenes de Augusto Alasino [titular del bloque]", fue la frase que inmortalizó. El vaso se colmó en mayo de 1997, cuando los legisladores decidieron apartarla de todas las comisiones que integraba. Cristina no se calló. "Esto es una actitud fascista y una represalia", advirtió en declaraciones que difundió la prensa. "¿Irme del PJ? Si no lo hice en la época de López Rega.", completó.
Polémica despedida del Senado. Meses después de que su bloque la apartara por indisciplina partidaria, Cristina abandonó su banca para pasar a Diputados. En su despedida, no perdonó a sus compañeros. "Es como oxigenarme, el Senado está desconectado de la realidad", declaró. Y en una entrevista con LA NACION fue más allá: "Sin Graciela [Fernández Meijide] ni yo, la Cámara se va a convertir en un trabajo administrativo de levantar manos". "¿Con quién nos vamos a pelear ahora?", se lamentaba por entonces un senador justicialista.
Filosos dardos contra Pierri. Cristina Kirchner debutó en Diputados con una polémica. La entonces flamante diputada lideró un grupo que buscó frustrar la reelección de Alberto Pierri como titular de la Cámara. "Pierri es el emblema del clientelismo político. Mi voto negativo no es sólo una actitud principista; es una acción concreta que refleja mi voluntad de colocar al frente de las instituciones políticas a dirigentes creíbles y prestigiosos. No creo que Pierri lo sea", manifestó por entonces. No obstante sus intentos no prosperaron y Pierri consiguió ser reelecto. Durante la jura, volvió a expresar su rechazo en el recinto a viva voz.
Sobornos en el Senado. Uno de los casos que también tuvo a Cristina Kirchner en primera plana fue cuando estalló el escándalo por los sobornos en el Senado. Cuando el Congreso aprobó una iniciativa que limitaba los fueros de legisladores, jueces y funcionarios como una forma de descomprimir el tema, Cristina Kirchner se abstuvo de votar y exclamó en el recinto: "Parece como si esta solución se hubiera gestado mediante un pacto de necesidad y urgencia, porque los legisladores sospechados continuarán en sus bancas votando leyes".
Pelea con Carrió. La actual Presidenta integró la Comisión Investigadora sobre ilícitos vinculados al lavado de dinero, presidida por Elisa Carrió. A pesar de que el grupo de legisladores trabajó arduamente en la elaboración de informes, hacia el final del proceso la relación entre las diputadas, hasta entonces estable, se quebró. Cristina consideró que su colega buscó hacer campaña electoral: calificó como un "acto de irresponsabilidad" el hecho de que Carrió diera a conocer un pre informe y acusó a la legisladora de haber hecho un uso "personal" de esa presentación.
Barrionuevo, campaña y huevazos. En 2001, Cristina Kirchner volvió a la Cámara alta. El marzo de 2003, poco antes de que su marido ganara la presidencia, en Catamarca se suspendieron los comicios provinciales, en una jornada que incluyó quema de urnas. Luis Barrionuevo había buscado presentarse como candidato pero había sido inhabilitado y sus seguidores provocaron violentos desmanes. El senador y sindicalista aseguró que habían querido proscribirlo. Por entonces, el Senado convocó al gastronómico y Cristina impulsó un pedido de expulsión. Días después, cuando viajó a Catamarca, fue recibida "a huevazos" por militantes. Algunos de los misiles le alcanzaron el pelo, pero ella finalizó su acto proselitista.
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