El 7 de noviembre de 1913 en Mondoví- Argelia (por aquel tiempo colonia francesa) nacía Albert Camus, hijo de una campesina española analfabeta y un padre francés, que moriría en la Primera Guerra Mundial.
A los 29 años tenía escritos tres libros ya clásicos en la literatura, el teatro y la filosofía: ‘El extranjero’ (novela, 1942), ‘El mito de Sísifo’(ensayo, 1942) y la obra de teatro ‘Calígula’(estrenada en 1945). El ensayo filosófico comienza: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve a doce categorías, vienen a continuación.”
Su tesis de filosofía sobre Plotino y San Agustín, se ve interrumpida por su enfermedad (tuberculosis) antes de los 20 años. Se dedicará luego al teatro como actor y director. Escribe ‘La rebelión de Asturias’( sobre la Guerra Civil española, 1936) y la adaptación de la novela de Malraux ‘El tiempo del desprecio’ (sobre los primeros campos de concentración nazis). Se inicia en el periodismo en el ‘Alger républicain’ y continuará en ‘ Le soir républicans’ como redactor jefe. Publica sus primeras obras: ‘El revés y el derecho’(1937). La segunda edición tendrá el ‘Discurso en Suecia’ cuando obtuvo el Premio Nobel de literatura en 1957), ‘Bodas’(1939). Iniciada la segunda Guerra Mundial, con Francia ocupada por los alemanes, ingresa en la resistencia. Junto a otros crea el diario ‘Combat-.De la resistencia a la revolución’, en la clandestinidad, donde arriesga su vida cientos de veces.
Liberada Francia en 1944, seguirá siendo el editorialista más leído. Era una voz en medio de la confusión después de tanta muerte y odio: “Al odio de los verdugos (escribía refiriéndose a los ajustes de cuentas) ha respondido el odio de las víctimas. Una vez más damos la victoria al enemigo”. Se preguntaba:” ¿Cómo reaccionar ante el mal sin caer en otra forma del mismo mal?. ¿Cómo combatir el mal oponiéndole la justicia, el amor, la solidaridad humana, sin recurrir a ninguna esperanza trascendente, sin apoyarse más que en la misma condición humana que parece tan débil y tan frágil?
En ese año se estrena su obra de teatro ‘El malentendido’. Es la filosofía del absurdo. Concluye ‘La peste’(1947) una novela donde el bacilo es el fascismo, el totalitarismo, la supresión de la libertad. Es la consagración como escritor que negaba ser existencialista. Pasaba del individualismo del ‘El extranjero’ a lo colectivo. El libro lograba identificar a quienes habían padecido la guerra, pero logrará trascender más que ese tiempo.
En 1946 viaja a EEUU y Canadá a dar conferencias en Universidades. Su ingreso se verá dificultado en el puerto de New York debido a información que manejaba el FBI . Allí, entre otros escritores conoce a Victoria Ocampo, quien lo invitará a Argentina en 1949 (recorre Brasil, Uruguay, Chile. Se hospeda en la Casa de V. Ocampo de San Isidro, hoy donada a la UNESCO). En nuestro país no dará conferencias ya que el Ministro de Cultura de ese período quiere leer antes lo que va a decir. El no aceptará esa forma de censura.
Las nuevas biografías que aparecen actualmente nos van entregando documentos, no solo de la construcción de su obra literaria, sino de su compromiso como intelectual, de su solidaridad con los refugiados que llegaban a Francia. Lo unía, tal vez por su madre española, una fraternidad muy fuerte con los refugiados españoles, donde polemizaba en los diarios y las revistas literarias con los intelectuales franceses: “¿Por qué Guernica, Gabriel Marcel?, ¿Por qué esa cita donde por primera vez, ante un mundo todavía adormecido en su comodidad y en su miserable moral, Hitler, Mussolini y Franco mostraron a los niños lo que es la técnica totalitaria? Sí, ¿por qué esa cita nos concernía a nosotros?. Por primera vez los hombres de mi edad vieron la injusticia triunfante en la historia. La sangre corría entonces en medio de una gran charlatanería farisaica que, precisamente aún dura. ¿Por qué España? Porque somos de los que no se lavarán las manos ante esa sangre.”(Gabriel Marcel, filósofo existencialista teísta).
Las polémicas continuaban. A Manuel D’Astier de la Vigere (militante del partido comunista francés) le responde: “En un plano teórico, podemos admitir que el materialismo dialéctico exige los más considerables sacrificios en función de una sociedad justa cuyas probabilidades sean muy fuertes. ¿Qué significan esos sacrificios, si la probabilidad se reduce a cero, si se trata de una sociedad que agonizará entre los escombros de un continente atomizado? Europa comenzaba a sentir la guerra fría, y los intelectuales franceses pensaban que en caso de guerra de qué lado estarían, de EEUU o de Rusia. Pacifista acérrimo continuaba en su respuesta: “Es aquí donde comienza la mistificación que quiere hacernos creer que la política de poder, cualquiera que sea, puede darnos una sociedad mejor, en la que la liberación social se realizará por fin. La política de poder significa la preparación para la guerra, y con mayor razón la guerra misma, hacen precisamente imposible esta liberación social. La liberación social y la dignidad obrera dependen estrechamente de la creación de un poder internacional. La única cuestión es saber si llegará a ello por la guerra o por la paz.”
Luego vendrá Hungría (la invasión de los rusos en 1956) que aún lo separará más de la izquierda estalinista. En 1951 publica su ensayo ‘El hombre rebelde’ que lo enfrentará a Jean Paul Sartre. ¿Había que denunciar los campos de concentración rusos o con eso se le hace el juego a la derecha?. El sistema soviético se desplomó en 1989 Y antes habían invadido Checoslovaquia (1968). La polémica Sartre- Camus sigue actual, por qué no es un problema ideológico solamente, es un problema ético: No hay libertad sin justicia, como de nada sirve la justicia sin libertad. Mucha de la izquierda argentina evita el debate de lo que sucede en Cuba. Somos solidarios de la opresión al pueblo cubano por parte del imperialismo norteamericano, pero también hay que denunciar los fusilamientos por pena de muerte en la isla.
De los documentos y papeles que hoy se ve a luz de los historiadores, se conoce su solidaridad y ayuda económica con los refugiados húngaros que tuvieron que salir de su país, con los norteafricanos (argelinos, tunecinos). Su renuncia a la UNESCO, cuando la España de Franco ingresa en Naciones Unidas en 1952, mostraba coherencia. Vivió los problemas de su época, no solo los de la Guerra Fría, si no algo más directo a él, su Argelia natal. El tema de la descolonización, lo dejó aún más aislado. Sale un libro, donde recopilan sus artículos periodísticos de la década del 30. Allí denunciaba la miseria de los árabes en Argelia. Por eso escribió aquella frase: “Yo no descubrí la libertad leyendo a Marx, es verdad, la descubrí en la miseria.”
Sus ‘Diarios’ y ‘Carnets’ cuentan de cómo lo atormentaba todo ese período donde el Ejército francés secuestraba,
torturaba y hacía desaparecer gente (ellos fueron los profesores directos de nuestros militares donde aplicaron esas enseñanzas en la última dictadura) y como el FLN (quienes buscaban la independencia de Argelia) colocaban bombas matando inocentes. Cinco años atrás una de sus obras de teatro ‘Los justos’(1949) planteaba este problema sobre los revolucionarios rusos en el siglo XIX. Sthepane el personaje de la obra es elegido por su grupo para matar al Zar. El día que deciden el atentado, en su carruaje el Zar va con unos niños: ¿qué iba a hacer?
Su arte lo hace volver al teatro. Adapta obras de Dostoievsky, de Lope de Vega, de William Faulkner. Aparece ‘La caída’(1956) sobre un juez penitente. Después vendrá ‘El exilio y el reino’ (cuentos, 1957), y el ensayo ‘Reflexiones sobre la pena de muerte’ junto a Arthur Koestler. Comienza a escribir ‘El primer hombre’, que aparecerá recién en 1992. Fallece en un accidente de auto en 1960. Como un absurdo de sus relatos, entre sus restos se encuentra los manuscritos de ‘El primer hombre’ y el boleto de tren, en el que debía volver si no hubiera sido traído en auto.
Dos cuestiones me volvieron a acercar a Camus, aparte de sus obras literarias que leía en la adolescencia, una fue conocer personalmente al traductor de ‘Diarios de Viaje’ y ‘Moral y Política’ (editorial Losada), el profesor Rafael Aragò quien durante la dictadura fue separado de sus cátedras como docente, y la otra hace poco, el regalo de una amiga en Francia, quien me envió ‘Albert Camus èditorialiste a L’Express’(escritos de 1955 , donde aparecen temas sobre los árabes).
‘Ni víctimas ni verdugos’ es el título de un librito que reúne ensayos del diario ‘Combat’ y del que Camus donó los derechos en 1953, a los grupos libertarios uruguayos.
Este humanista, (criticado como santo laico o moralista), al recibir el Nobel escribió: “Pero debemos hablar, en efecto, por todos aquellos que sufren en este momento, cualquiera que sea la grandeza, pasada o futura, de los Estados y los partidos que los oprimen: para el artista no hay verdugos privilegiados. Por eso, la belleza, aún hoy, sobre todo hoy, no puede servir a ningún partido; solo sirve, en primera o última instancia, al dolor o a la libertad de los hombres. El único artista empeñado es aquel que, sin rehusar nada del combate, rehusa por lo menos unirse a los Ejércitos regulares, quiero decir, es el francotirador. La lección que encuentra entonces en la belleza, si aprende honestamente esa lección, no es de egoísmo, sino de dura fraternidad. Así concebida, la belleza nunca sojuzgó a ningún hombre. Y, desde millares de años, todos los días, de todos los segundos, la belleza alivió, por el contrario, la servidumbre de millones de hombres y a veces, liberó para siempre a algunos.”
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