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Departamento GRAL. LOPEZ

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sábado, 23 de junio de 2012

El croata del Grito de Alcorta: Vrañizan


El inmigrante que se convirtió en un protagonista de la histórica gesta de los chacareros santafecinos.

El famoso Grito de Alcorta tuvo entre sus líderes a un croata. Su nombre era Vicente Vrañizan, según la grafía que adoptó al llegar Vranjican a la Argentina.

Había llegado a los pagos santafecinos allá por 1909 y para 1912 ya había pasado muchas mañanas arando con bueyes las mismas tierras que por la tarde trabajaba con el arado mancera. Y sabía que el fruto de esos días infinitos nunca retornaba al trabajador.

De manera que fue uno de los que se reunieron, convocaron y alentaron a los remisos para ese 14 de julio de 1912 cuando se declaró la huelga en forma oficial en un acto multitudinario realizado en el local de la Sociedad Italiana de Alcorta.

Vrañizan no sólo alentó a los remisos; en los momentos en que la persuasión no funcionó se ocupó de cortar las pecheras de los arreos de los bueyes de los timoratos y, por qué no, a veces cortó también sus alambrados.

"Fue una huelga muy dura, reconocería más tarde, pero había que combatir el miedo de los colonos." Porque a las condiciones miserables en que vivían se les sumaba el miedo a los propietarios de la tierra, el miedo a sus represalias, el miedo a encontrarse otra vez con el hambre por la que habían huido de Europa.

En condiciones leoninas, o como ellos mismos no dudaron en definir, esclavistas, los colonos debían entregar a los terratenientes el 55 por ciento de la producción, limpia, embolsada y lista para exportar. De esta manera, por mucho que trabajaran y por buena que fuera la cosecha, no salían del endeudamiento.

El desalojo rural fue un fantasma que acosó las noches y los días de los trabajadores. Y muchísimas veces fue una realidad. Y aunque parezca mentira, hubo fotos de tales desalojos que se imprimieron como tarjeta postal.

Los rebeldes a esta situación determinaron que sería una verdadera revolución y por ello eligieron la fecha de la toma de la Bastilla para esta proclamarla.

Un dato ilustra la convocatoria a la asamblea; según el diario La Capital había una caravana de sulkies llegados de la estancia La Adela que ocupaba más de dos kilómetros y medio.

Francisco Netri, el abogado que asesoró a los huelguistas, fue inexplicablemente asesinado un tiempo más tarde.

No le faltaron a Vicente mismo las represalias y los intentos de hacerlo callar, más bien por las malas ya que no iba por las buenas. En una ocasión, el fogoso luchador fue baleado por un grupo de matones frente a una tranquera.

Tres proyectiles lo alcanzaron y uno de ellos que se alojó en la nuca nunca pudo ser extraído.

"Es mi medalla de plomo", solía decir en sus años maduros. Así fue, lo que se hereda no se hurta, dicen en el campo, precisamente. Una marca de libertad y fuerza traía don Vicente ya de sus abuelos -los barones Vranjican de Croacia-, hombres destacadísimos de la política y la cultura que también habían luchado por los derechos, en ese momento por lo que se llamó el Movimiento Ilírico, una afirmación de la identidad y en defensa de las pretensiones de vecinos poderosos.

A partir de entonces se establecieron contratos de arrendamientos y aparcerías en un 50 por ciento más favorables a los agricultores. Y lo más importante -según consideran- fue que nueve años después se aprobó la primera ley contractual agraria.

Lo más notorio fue la creación de la Federación Agraria Argentina, cuyo primer presidente fue Antonio Noguera, de Pergamino, y el vicepresidente fue otro oriundo de Croacia, JOSE V. BURATOVICH.

Envuelto ya en la leyenda, Vrañizan murió a las 99 años en Pergamino. El y su esposa, María Maroevic, habían nacido en la isla de Hvar, en el mar Adriático.

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